viernes, 23 de abril de 2010

Armenia-Turquía: mucho más que fútbol

DOS PAÍSES ENFRENTADOS POLÍTICAMENTE JUEGAN POR LAS ELIMINATORIAS EUROPEAS. LA IMPORTANCIA QUE LE OTORGAN AMBOS GOBIERNOS AL PARTIDO ES UNA MUESTRA MÁS DEL INTENSO VÍNCULO ENTRE LA POLITICA Y EL FÚTBOL.

La relación entre el fútbol y la política es histórica y evidente. Ya desde 1934, cuando Benito Mussolini le dio vital importancia a la Copa del Mundo para fortalecer al fascismo en Italia, se han sucedido situaciones y eventos que, en mayor o menor medida, han acercado lo que ocurre en el campo de juego con lo que sucede fuera. "La selección es la patria misma", dijo alguna vez el prestigioso futbolista uruguayo José Nasazzi.
El domingo se enfrentarán en Yerevan, Armenia, la selección local y Turquía. Esta vez, la política no sólo formará parte del evento: será, definitivamente, más importante que el resultado del partido.
El enfrentamiento entre ambos países comenzó entre 1915 y 1917, cuando el Imperio Otomano provocó una masacre en Armenia, asesinando a un millón y medio de habitantes de ese territorio. El gobierno armenio exige una disculpa diplomática de las autoridades turcas por aquellos sucesos, pero Turquía no se responsabiliza por el genocidio y acusa a los armenios de no reconocer las fronteras turcas.
El encuentro corresponde a la primera jornada de las Eliminatorias Europeas para el Mundial 2010 y la expectativa es grande. Por primera vez el presidente turco, Abdulla Gul, aceptó la invitación de su colega armenio y pisará Yerevan para presenciar el juego.
"Se estima que este partido levantará los obstáculos que impiden el acercamiento de dos pueblos que comparten una historia común, y creará nuevas bases", expresa un comunicado del gobierno turco, que fue duramente criticado por la oposición al anunciar la decisión.
Ningún detalle quedará librado al azar. Incluso, una delegación del Ministerio de Asuntos Exteriores de Turquía se encuentra en Armenia supervisando todos los preparativos para la visita y el partido.
Será una pequeña revancha, o una posibilidad de acercamiento, o una demostración de que el fútbol pacifica, pero para los espectadores y los mandatarios no será un partido más. Este Armenia-Turquía representará distintas sensaciones para los involucrados. Hasta la Unión Europea hizo referencia a la situación: "Este viaje histórico constituye un gesto muy alentador para las relaciones de ambos países". Un viaje histórico que es posible gracias a un partido de fútbol.

No será el único caso de fútbol político durante este fin de semana. En La Habana se enfrentarán los mayores exponentes del socialismo y del capitalismo, Cuba y Estados Unidos, por primera vez en 61 años.
En el pasado existieron casos que todavía se recuerdan. En 1938, Adolf Hitler decidió celebrar su dominio sobre Austria jugando un partido entre los austríacos y la selección alemana. Matthias Sindelar, un genio que se había negado a representar a la Alemania nazi, jugó como nunca y le dio el triunfo a Austria, en una simbólica demostración de desprecio hacia el Führer. Sindelar y su novia judía, perseguidos por el ejército nazi, se suicidaron en 1939.
Las tensas relaciones entre las dictaduras de El Salvador y Honduras se terminaron de romper por un partido de fútbol jugado en 1969. La locura llegó al límite: El Salvador declaró la guerra e invadió el territorio hondureño.
Las diferencias entre Argentina e Inglaterra, por otra parte, nacieron durante las primeras invasiones inglesas a Buenos Aires, en 1806, y se agravaron por la disputa de las Islas Malvinas, que derivó en la guerra de 1982. Ya en el Mundial de 1966, el argentino Antonio Rattín había aplastado con una mano a una bandera británica frente a los ojos de la reina; y, en México '86, los goles de Maradona se festejaron en Argentina con un fervor que sobrepasó lo deportivo.
Los ingleses también trasladaron al campo de juego su rivalidad con Escocia. En mayo de 1988, un partido terminó con pésimo resultado para ambos: un muerto y noventa heridos por enfrentamientos entre fanáticos.
Si no se enfrentan selecciones, los partidos internacionales entre equipos también pueden ser foco de conflicto. En 1990, por ejemplo, Dinamo Zagreb, de Croacia, recibió a Estrella Roja, de Serbia. Ambos países estaban unificados por la bandera de Yugoslavia, pero la tirantez política de esos años (los nacionalistas croatas habían ganado las elecciones días antes) generó violentos choques y 61 heridos.
¿Algún caso positivo? En 1998, el sorteo de la Copa del Mundo de Francia determinó que Estados Unidos e Irán tuvieran que jugar entre sí. Los 22 futbolistas, en actitud de grandeza, se unieron en el momento de la fotografía inicial y el espectáculo no tuvo manchas.
Cuatro años después, durante la apertura del Mundial de Corea-Japón, Senegal(que había sido colonia francesa hasta 1960) derrotó sorpresivamente a Francia. El triunfo deportivo simbolizó la liberación de todo un continente.
La complejidad del tema es enorme y debe tratarse con cuidado. Lo concreto es que la separación del fútbol y la política suena imposible, como lo trasparentan las palabras que el escritor argentino Alejandro Dolina dijo alguna vez: "¿Cómo me piden que no mezcle al fútbol con la política? Cuando juega mi selección, me gusta pensar que el futuro de mi país está en juego. Si pensara en otra cosa, dejaría de mirar fútbol".

PUBLICADO EN LA PÁGINA WEB DE FOX SPORTS, SEPTIEMBRE DE 2008.

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