miércoles, 23 de septiembre de 2009

El deporte blanc... ¡negro!

FALTAN DINERO, RAQUETAS Y PELOTAS, PERO SOBRA ALMA. EL DÉBIL TENIS AFRICANO SE FORTALECE CON UN PUÑADO DE INCANSABLES HÉROES QUE JUEGAN CON UN PERMANENTE MATCH POINT EN CONTRA.

Julio de 2002. Semifinales junior de Wimbledon. Un joven argelino de enorme futuro derrota a un joven español de enorme futuro. El joven argelino se llama Lamine Ouahab. El joven español... Rafael Nadal. Seis años después, Nadal es uno de los dos mejores del planeta y Ouahab pelea por su 326º puesto con las mismas ganas, pero con menos resultados. ¿Qué pasó para que se genere tanta diferencia entre uno y otro? “Empecé jugando con mi hermano Mohamed (1765º del Ranking ATP), pero en Argelia no se puede progresar –explica Lamine–. Las condiciones son difíciles: no hay jugadores, no hay clubes, no hay torneos... Se necesitan veinte años de trabajo serio. A los dirigentes sólo les importan el fútbol y el atletismo. Si llegué a ser profesional fue por el esfuerzo de mi padre”. Entrenado por un argentino, Martín Vilar, él es uno de los seis jugadores rankeados de su país.
La historia de Ouahab es la de Argelia, y también la de África, un continente que tenísticamente no puede competir en el primer nivel. Las estadísticas son contundentes. En 2007, allí se jugó sólo 1 de los 67 torneos más importantes de la ATP (en Marruecos) y 7 de los 174 challengers (torneos de segundo nivel). Sólo 3 africanos se ubican entre los mejores 200 del ranking mundial. Y, pese a que África representa al 16% de la población mundial, posee apenas 67 de los 1.839 tenistas rankeados (3,6%). ¿Problemas de cultura deportiva? No: pobreza y desesperación en todos los ámbitos, en cada rincón.
El tenis es un deporte costoso. A diferencia del fútbol, donde 22 deportistas necesitan una pelota, o el atletismo, que sólo precisa de calzado, jugar al tenis requiere gastos mayores: raquetas, pelotas, instalaciones... No es difícil entender que un continente con más de 300 millones de personas en la miseria, con una esperanza de vida de 46 años y al que pertenecen 34 de los 48 países con menor nivel de vida no pueda desarrollar un deporte de alto costo.

Los 'privilegiados'
El Magreb, la ‘parte árabe’ de África (Marruecos, Argelia, Túnez), vive una situación más ‘aliviada’. Y también Sudáfrica, donde las fuertes diferencias sociales del pasado (el monstruoso Apartheid, cruel dominio de los blancos sobre los negros) permitieron el buen posicionamiento económico de los opresores. Los descendientes de aquellos holandeses e ingleses conforman hoy la clase alta y de allí proviene la mayoría de los tenistas sudafricanos. Entonces, aunque Wesley Moodie (193º) e Izak Van Der Merwe (292º) nacieron en Sudáfrica, pudieron desarrollar su tenis en universidades de Estados Unidos. Lo mismo ocurrió con Kevin Anderson (101º), un grandote de dos metros desconocido hasta que en marzo llegó a la final en Las Vegas y derrotó a Novak Djokovic (3º) y a Agustín Calleri en el Masters Series de Miami. En tanto, el segundo africano mejor rankeado, Rik de Voest (129º), es italiano y nacionalizado sudafricano. O sea: africanos, pero hasta ahí.
El Africa subsahariana, la región con menos recursos y con más padecimientos, en cambio, necesita hechos casi fortuitos para evolucionar. El hambre, la crueldad y el dolor superan largamente al tenis.

Pasado de glorias
¿Siempre fue así? ¿Siempre el continente negro ocupó el último escalón? Sí. África es históricamente una región muy débil en el tenis. Apenas pueden destacarse casos aislados, como Byron Black, de Zimbabwe, quien empezó a jugar descalzo y luego fue 1º en dobles y 22º en singles; Cliff Drysdale (Sudáfrica, 13º en 1974); Ismail El Shafei (Egipto, 34º en 1975); Nduka Odizor (Nigeria, 52º en 1984, un año antes había derrotado a Guillermo Vilas); Christo Van Rensburg (Sudáfrica, 19º en 1988); Marcos Ondruska (27º en 1993); o Wayne Ferreira (Sudáfrica, 6º en 1995). Distinto es el caso de Yannick Noah, francés que vivió su infancia en el país de su padre, Camerún, y al volver a Europa brilló hasta convertirse en Nº3 del planeta.
Marruecos vivió una era de esplendor a comienzos del siglo XXI, con Karim Alami (25º en 2000), Hicham Arazi (22º en 2001) y Younes El Aynaoui (14º en 2003). Pero no hubo continuidad y hoy su mejor representante es el ya veterano El Aynaoui. Es muy popular en Marruecos: recibió una medalla de oro (el mayor honor para un deportista) de manos del rey Mohammed IV y, en una encuesta realizada en 2003, fue elegido como el modelo a seguir por la sociedad. Ganó un Challenger en Buenos Aires en 1998 (derrotando en su camino a Cañas, Gumy y Squillari) y suma 5 títulos ATP.
Revalidó sus logros este año, convirtiéndose en una de las sorpresas. Jugó tres torneos: ganó un Future (torneos de menor nivel con puntos para el ranking) en España, un Challenger en Suiza y llegó a semifinales en el ATP de Munich, dejando eliminado, entre otros, a Juan Martín Del Potro.
Parece haber futuro: la nueva esperanza marroquí es Reda El Amrani, un talentoso de 19 años que ya se metió entre los mejores 400 aunque casi no puede salir de su país.

Presente de héroes
Pese al dolor social y a tantos obstáculos, los soñadores africanos insisten. Ghana, por ejemplo, no tiene tenistas entre los mil mejores: el último que lo logró fue Henry Adjei-Darko, quien había llegado a ser 275º en 2006. Sin embargo, en 2007 consiguió dinero para participar de apenas cinco campeonatos. Ganó uno: un Future en Nigeria. En 2008 dejó de lado su carrera para colaborar en la Academia de Tenis Winward, en Estados Unidos, donde trabaja su hermano Clement.
Aquella final que ganó Henry en Nigeria fue ante Komlavi Loglo, único tenista profesional de Togo. Campeón africano juvenil en 2002, Loglo había ingresado en el lote de los mejores 350 durante 2007, tras ganar tres Futures, todos en África. Acaba de ser elegido como uno de los cuatro invitados para participar en los Juegos Olímpicos (otra es Cara Black, de Zimbabwe, quien como su hermano Byron alcanzó el Nº1 en dobles). Loglo decidió establecerse en Valencia para estar cerca de los torneos importantes, pero este año quedó eliminado en primera ronda en los seis Futures que jugó.
Ése es otro problema: los viajes. Los torneos en el continente son muy pocos y es casi imposible cubrir los gastos para llegar a Europa. Intentarlo y retornar con tantas derrotas tempranas podría significar un golpe fatal para ellos.
Ese golpe no lo sufrió uno más de los ‘creados’ en Africa, el egipcio Mohamed Maamoun, quien en agosto de 2007 alcanzó semifinales de un challenger en Uzbekistán y logró ser así el único Top 500 de su país. Claro que desde noviembre no juega torneos que otorguen puntos para el ranking, por lo que pronto bajará muchos escalones. Durante su carrera, Mohamed ha enfrentado cinco veces a su hermano mayor, Karim (577º), en uno de los duelos familiares más repetidos de la historia del tenis. Otro egipcio destacado es Sherif Sabry (21 años), quien en mayo alcanzó el mejor puesto de su carrera: 479º. En septiembre de 2007 había comenzado su ascenso ganando un Future... en Egipto. Y derrotando en la semifinal y en la final a... los hermanos Maamoun. Evidentemente, el tenis africano es un pañuelo.
Más al sudoeste, Valentin Sanon es un ejemplo de perseverancia. El único tenista profesional de Costa de Marfil juega desde 1998: suma 155 triunfos y 127 derrotas en el circuito, más 46 partidos por la Copa Davis. Ha construido una carrera interesante ahorrando cada moneda: viaja a las ciudades donde se juegan más torneos consecutivos para revalorizar su inversión. Ha participado, por ejemplo, de 10 campeonatos seguidos en Estados Unidos y de 8 en Francia. Ganó tres Futures y su triunfo más resonante fue por Copa Davis, de visitante y en cinco sets ante el serbio Janko Tipsarevic.

Valentin Sanon

“Empecé a jugar tenis a los 7 años y a los 12 ya integraba la Selección de mi país”, cuenta Salif Kante, Nº1 de Senegal y Nº1480 del planeta hace pocos meses, en un video que puede verse en Internet. “Mi sueño es llegar a una universidad americana para mejorar mi nivel y conocer a tenistas de otros países”, dice con nervios, mirando hacia una cámara quizá por primera vez. En su carrera acumula 892 dólares en premios. Hoy no tiene ni un punto en el Ranking ATP.
La situación de Senegal, sin embargo, es menos compleja que la de otros países. En noviembre de 2007, Sudán organizó un Future, torneos en los que suelen ser invitados tenistas locales en ascenso. Así, participaron tres sudaneses. Todos perdieron en primera ronda: 6-0 y 6-0; 6-1 y 6-1; y 6-0 y 6-2. Sudán tampoco tiene jugadores en el ranking mundial.
¿El análisis es sólo masculino por arbitrariedad? De ningún modo: el tenis femenino africano está incluso varios escalones más abajo. Desde el retiro de la heroína de Madagascar, Dally Randriantefy (fue 44ª en 2005), no han aparecido jugadoras relevantes a nivel mundial. De 1.112 tenistas rankeadas, sólo 13 son africanas. Las mejores son Chanelle Scheepers (Sudáfrica, 168ª) y Selima Sfar, de Túnez. Ella fue, en 2001, la primera musulmana en jugar un Grand Slam. “Vengo de un país en el que no se respeta a las mujeres, pero tengo la suerte de poder elevar mi voz por ellas”, dice, y entonces sus méritos van muchísimo más allá de su puesto 180. Además de ellas, más cinco sudafricanas y tres marroquíes, recorren el circuito WTA Marinne Giraud (de Mauricio, 256ª en el Ranking WTA) y Samia Medjahdi (Argelia, 724ª).
Al grupo de africanas profesionales se hubiera sumado Suzelle Davin, la primera tenista de Namibia en jugar el Junior de Wimbledon, pero murió en 2006 a causa de un accidente automovilístico. Ahora, Namibia tiene sus poquitas esperanzas centradas en Jurgens Strydom, un joven de 20 años ubicado 1007º.
No habrá solución cercana. Los problemas sociales africanos son una responsabilidad universal que el Universo todavía no asumió. Pero el continente del dolor y el hambre, el continente olvidado de Dios, seguirá viendo en cada hijo la esperanza de ¿un futuro mejor? No: la esperanza de un futuro. Porque vencer a la imposibilidad es una hazaña más grande que ganar Roland Garros. “Soy mi propio ídolo, y espero que algún día me admire alguien más”, se ilusiona el argelino Lamine Ouahab. Una admiración que él y cada africano que soporta la tristeza del sufrimiento diario generan en el alma de cualquier persona noble.


>>Patrick Olobo (o un modo de gritar dignidad)
“Siempre me costaba mucho conseguir pelotas y una raqueta. ¿Zapatos? No me hacían falta: jugaba descalzo”, dice, y el alma le sonríe. Patrick Olobo nació el 6 de marzo de 1984 en Kalaki, Uganda. Desde hace veinte años su país vive en guerra civil: lo único que un ugandés conserva sin temor a que se lo quiten son los sueños y la dignidad.
Patrick Olobo quiere que lo quieran. Como casi todos. “Me gusta el tenis porque la gente te aprecia, es sólo uno el que juega”, admite. Para entrenar, corría cinco kilómetros hasta la cancha por temor a la guerrilla. Aprendió desde muy chico lo que es el horror: “Un día entraron a casa, eran muchos y tenían armas. Yo no sabía que pasaba, pero estaba muy asustado. Tenía sólo tres o cuatro años y salí corriendo. Mi tío me gritó, intentó detenerme. Cuando me alcanzó, nos escondimos atrás de un árbol y vimos cómo golpeaban a mi madre. Ella se salvó porque robaron nuestro ganado y se fueron”. Tiempo después, uno de sus siete hermanos murió por un disparo cuando estaba en brazos de su madre. “Me dolió mucho, él era quien más me seguía”, recuerda. Disputó 29 partidos por la Copa Davis (es el ugandés que más jugó), que le permitieron recibir una beca para entrenar en California, Estados Unidos. Desde entonces juega torneos universitarios representando a esa ciudad. Su sueño de participar de un torneo puntuable para el ranking fue una pelea larga, pero exitosa: el 3 de junio de 2007 enfrentó al australiano Brad Weston en la primera ronda de clasificación del Challenger de Yuba City, en Estados Unidos. Perdió 6-3 y 6-2, y ninguna metáfora puede explicar lo irrelevante del resultado. Un fotógrafo y director de cine, Rex Miller, lo conoció casualmente en un viaje a Uganda. Impactado por su historia, realizó una película basada en la vida de Olobo (‘A Uganda Tennis Story’), que ganó el premio al mejor documental del Festival de Cine de Malibú.

Patrick Olobo

PUBLICADO EN FOX SPORTS EDICIÓN ARGENTINA (Nº12) Y URUGUAY (Nº20), MAYO DE 2008.

1 comentario:

  1. Lejos, la mejor nota de la historia de la revista Fox Sports... Brillante.

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